El Rock me absolverá

Párrafos… que hablan sobre Los Beatles y sus avatares por Cuba. El artículo “El Rock me absolverá”, de Eduardo Huchín Sosa, es del 2016, pero con el tiempo se ha puesto más interesante. Hoy, pego aquí (con tu permiso Eduardo) una parte, amenizado con una canción censurada en Cuba:

La Habana para un cantante difunto

No muy lejos de la Agencia Cubana del Rock se encuentra la Plaza de la Revolución, un lugar obligado para los turistas que quieren tomarse una foto frente a la escultura metálica del Che o buscan desde el monumento a José Martí la mejor vista panorámica de La Habana. Como parte de ese conjunto hay otra imagen acaso menos atendida: Camilo Cienfuegos ocupa la fachada del Ministerio de Comunicaciones y su frase motivacional “Vas bien, Fidel” parece recordarnos que hasta los dictadores necesitan que se les levante el ánimo. Una mujer a mi lado pregunta a su hija si la imagen es “de Jesucristo con su aura”, pero la joven responde que en realidad “es Camilo con sombrero”. Minutos después alguien le encuentra a la escultura “cierto aire al ayatolá Jomeini”. Yo, por mi parte, no me puedo quitar de la cabeza que se trata de George Harrison. La referencia no es del todo extraordinaria: en La Habana la Revolución sabe que puede contar con The Beatles.

Enclavado en la zona turística de El Vedado, el Parque Lennon no tuvo ese nombre sino hasta el 8 de diciembre de 2000, cuando Fidel Castro inauguró ahí una estatua de tamaño natural del músico, obra del escultor cubano José Ramón Villa Soberón. Como se puede suponer, no se trata del primer Lennon –más cercano a un joven burgués bien vestido– ni del hombre que aparece en la portada de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band –una representación satírica de la institución militar–. Es el Lennon de la era Yoko Ono: rasurado, pelo largo, lentes redondos, aunque quizás con demasiada ropa. Sentado en una de las bancas con las piernas cruzadas da la impresión de ser un pacifista inofensivo.

Aleida, una mujer de poco más de sesenta años, es la responsable de cuidar el parque por las mañanas. Durante el último año ha desempeñado una de las funciones de verdad extravagantes de La Habana: colocar las gafas a la estatua de Lennon cada vez que un turista quiere tomarse una fotografía y quitárselas cuando el turista se ha marchado. Después de algunos robos, el gobierno consideró necesario designar un custodio de los lentes de Lennon, alguien que además advirtiera a los visitantes que estaba prohibido sentarse en el regazo del músico.

–Cuando yo era joven no se podían escuchar las canciones de los Beatles –me dice Aleida, sin dejar de observar a un par de mexicanos que se toman fotografías en la banca–, pero eso cambió. Fidel empezó a escuchar sus canciones y se dio cuenta que Lennon era un soñador como él y que estaba del lado de los trabajadores. ¿Sí sabe usted que por eso lo mataron?

Si bien Lennon había manifestado cierta simpatía por algunas causas vinculadas a la lucha obrera, es más sencillo imaginar que no existe el Cielo que pensar en el exbeatle como en un mártir del proletariado.

–La vez que inauguraron la estatua vinieron Fidel y Silvio [Rodríguez], además la cuñada de Lennon donó esa escultura que está allá, la que se supone que es una bailarina. Ese bar de la esquina, por ejemplo, se llamaba antiguamente Atelier y ahora se llama Submarino Amarillo por la canción de los Beatles, ¿sí la conoce?

Le pregunto a Aleida cuál era el nombre anterior del parque, pero no sabe qué responder. Hablo con tres personas más que pasan y nadie puede darme razón, lo cual resulta muy extraño en un país obsesionado con los récords, las estadísticas y los datos exactos. Solo días después me entero de que el sitio originalmente se llamaba parque García Menocal, en honor a quien fuera presidente de la República de Cuba de 1913 a 1921. Según el escritor Orlando Freire Santana, fue el gobierno de Castro, empeñado en descalificar a quienes formaron parte del periodo republicano de la isla, el responsable de que durante muchos años nadie se acordara de ese nombre y también de la desaparición del busto que se encontraba en el lugar. En diciembre de 1990, algunos músicos organizaron ahí un concierto para conmemorar el asesinato de Lennon y, a pesar de los obstáculos oficiales, lograron convocar a miles de asistentes. Embargado por la emoción, uno de los participantes tomó el micrófono para proponer que el parque se llamara John Lennon. Una década más tarde algún oscuro funcionario se habrá tropezado con la petición y habrá concluido que el rock también podía servir para terminar de enterrar a un personaje indeseable. (Eso me recuerda que en los primeros años del castrismo, cierta “avenida Zapata”, que tenía ese nombre en honor a un rico español, iba a ser renombrada como “avenida Emiliano Zapata”, no por solidaridad con el pueblo mexicano sino para abaratar los costos, porque solo se les iba a añadir “Emiliano” a los letreros.) No me extrañaría que el día en que Camilo Cienfuegos deje de servir a los intereses de la Revolución se diga que la escultura del edificio de Comunicaciones es en realidad de George Harrison.

Publicado originalmente en Letras Libres

2 respuestas a “El Rock me absolverá”

  1. ¡Que clase e mierda! Rabia pasiva desfazada

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  2. Avatar de Eva Caceres Armas

    Interesante y artero comentario. Estoy muy de acuerdo contigo en todo. Además, recuerdo mi juventud y la dificultad para oir esas canciones que tanto nos gustaba a los jóvenes, no solo de the beatles, sino de otros grupos que también le dieron mucha vida al rock. Gracias por tu trabajo, Harrison y Lennon siguen vivos en nuestros corazones.

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