Los Beatles nunca se separaron en Everyday Chemistry, el disco pirata más misterioso de los 2000
Están a punto de cumplirse doce años desde que alguien afirmó estar en posesión de un disco que los Fab Four habrían grabado en un universo paralelo. Uno donde siguieron juntos más allá de 1969…
Por Noel Ceballos 23 de agosto de 2021
Para nosotros, todo acabó el 18 de agosto de 1969. Aquella tarde, los cuatro Beatles se reunieron por última vez dentro de un estudio de grabación para completar las sesiones de The End (como dirían Faemino y Cansado, «¡Qué nombre más bien puesto!»), última canción del disco Abbey Road y broche de oro oficial a uno de los capítulos más trascendentales en la historia de la música popular. Dos días después, John Lennon tomaría la firme decisión de abandonar la banda, aunque no era la primera ocasión en que algo así sucedía desde que grabaron el disco blanco. Sin embargo, esta vez fue diferente. Cuando, apenas un mes después, Paul McCartney les dijo a unos reporteros que “esta cosa de los Beatles está acabada”, sus fans se temieron lo peor. Cuando, ya en 1970, tanto él como Ringo Starr lanzaron sus respectivos discos en solitario… Bueno, entonces ya no había marcha atrás. Los Beatles había separado oficialmente sus caminos, y (pese a algún que otro intento de reunión no consumado) así se mantuvieron hasta el asesinato de Lennon en 1980, cuando cualquier posibilidad de recuperar la magia fue abolida de un plumazo.
Esa es, al menos, nuestra versión de la historia. Pero imagina por un momento la existencia de universos paralelos en los que el efecto acumulativo de rencillas personales, profesionales y empresariales no hubiese acabado rompiendo sin remedio al grupo de rock con el que se miden el resto de grupos de rock. Eso es exactamente a lo que muchos entusiastas de su música han jugado a hacer desde hace décadas, como se puede observar en la película Boyhood (Richard Linklater, 2014): cuando el personaje de Ethan Hawke le regala a su hijo un hipotético disco de los Beatles posterior a Abbey Road y Let It Be, en realidad está dando a conocer The Black Album, un concepto creado por el propio actor a partir de canciones a los álbumes post-ruptura que los cuatro integrantes lanzaron a lo largo de la década de los setenta. De hecho, Hawke también se lo regaló a su hija en la vida real, Maya, con motivo de su decimotercer cumpleaños, con lo que la secuencia tuvo un importante peso sentimental para él.
Unos años antes, en 1998, el escritor de ciencia-ficción Stephen Baxter había imaginado algo similar en su relato The Twelfth Album, publicado por primera vez en la revista Interzone. Una vez más, el juego consistía en una imaginar una realidad alternativa donde los Beatles no se hubieran separado y algunas de las composiciones estelares de sus respectivos proyectos en solitario formasen parte de un hipotético disco número 12 (los protagonistas de Baxter no consideran que Magical Mystery Tour o Yellow Submarine cuenten para el canon), que se abriría con Gimme Some Truth y se cerraría con Maybe I’m Amazed. Sin embargo, tanto The Black Album como The Twelfth Album se presentaron como ejercicios de ficción especulativa o pasatiempos hipotéticos, nunca como una verdad sólida procedente de otro lugar. En ese sentido, la historia de Everyday Chemistry resulta mucho más pintoresca.
El 9 de septiembre de 2009, coincidiendo con el cuarenta aniversario de la separación de los Beatles, alguien llamado James Richards (seudónimo formado por el nombre de pila real de Paul McCartney y el apellido no artístico de Ringo) publicó en internet la historia de cómo había llegado a sus manos una misteriosa cinta de cassette. Según nuestro hombre, un buen día estaba paseando a su perro por una zona especialmente desértica de California cuando, de repente, sufrió un desmayo. Lo siguiente que recuerda es despertar en la cama de una cabaña, donde lo atendía un hombre mayor con aspecto ligeramente hippie llamado Jonas. El buen samaritano le explicó que había decidido socorrerlos a él y a su mascota al tratarse de una emergencia, pero que no podían quedarse en la cabaña durante demasiado tiempo. ¿La razón? Pertenecía a un universo paralelo y, si bien saltar al nuestro era pan comido para él, no se le permitían tales interacciones. Cuando “James” le pidió una prueba de sus palabras, Jonas fue a su colección de cassettes y sacó uno titulado Everyday Chemistry, explicando que era una copia personal de uno de los trabajos que los Beatles grabaron durante los años setenta en su mundo. Pese a haberle jurado a su salvador que no se llevaría nada de la cabaña, nuestro héroe no pudo evitar aprovechar un descuido del tipo para guardarse Everyday Chemistry en el bolsillo. Y, por supuesto, la web thebeatlesneverbrokeup.com contiene todas las evidencias necesarias de su aventura interdimensional, incluyendo fotos de la cinta en cuestión y las once canciones que la componen.
Como cuento de ciencia-ficción, es peor que el de Baxter. Pero todo mejora cuando uno se pone a escuchar Everyday Chemistry y descubre que se trata, en realidad, de un brillante remix camuflado de leyenda urbana internáutica. Si quien o quienes están detrás de James Richards lo hubiesen lanzado en Bandcamp sin más, es posible que nadie hubiera prestado demasiada atención. Pero al presentarlo como prueba irrefutable de la existencia de universos paralelos, muchísima gente tuvo acceso a una pieza de corta-pega a lo Frankenstein realmente encomiable, algo así como un disco de The Avalanches creado a partir de sonidos extraídos de los discos post-Beatles de John, Paul, George y Ringo. Ya su primera canción, Four Guys, se las ingenia para sincronizar el riff de guitarra de I’m Moving On, uno de los temas de Yoko Ono para Double Fantasy, con elementos de Band on the Run, fragmentos de la nostálgica When We Was Fab, pinceladas de Vertical Man (en cuya grabación participaron Harrison y McCartney) e incluso algunos samplers de entrevistas y conciertos incluidos en Anthology. El resultado es bastante espectacular.
En declaraciones posteriores, James Richards declaró estar al corriente de que todo lo que se escucha en su disco tiene correspondencia en nuestro mundo, argumentando que estos cuatro tipos habrían acabado dando rienda suelta a esas ideas musicales en cualquier caso y universo. Lo cual es mentira, por supuesto: es imposible imaginar qué clase de letras y melodías habrían compuesto Lennon y McCartney de haber seguido juntos tras la crisis de 1969, pero es evidente que en ningún caso hubieran sido las mismas que jalonan álbumes como McCartney, Imagine, RAM, o Mind Games, por no entrar a preguntarnos si el giro definitivo hacia el folk espiritual que George Harrison empezó a tomar a partir de All Things Must Past, o los experimentos con el jazz y el country por los que Ringo Starr se caracterizó sus primeros años de vuelo libre, habrían tenido cabida bajo la supervisión de George Martin. Sobre todo, la música de los Beatles era producto de una colaboración completa y compleja entre cuatro personas que no dejaban ni por un instante de retroalimentarse entre sí, luego la única manera de entender Everyday Chemistry es como un (notable) mash up de sus discos en solitario, nunca como un vistazo a ninguna realidad paralela. Los muchachos terminaron de grabar The End hace 52 años y, a todos los efectos, ese fue el fin.
publicado originalmente en revistagq.com
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